Wednesday, February 26, 2014

El Diezmo ¿un fraude?

Escribo este blog con mucho respeto, sin ánimos de herir sensibilidades, y con mucha responsabilidad. Este tema provoca dudas, preguntas e inquietudes de gente que no pertenecen a una iglesia cristiana evangélica, pero, tanto o más en la gente dentro de las propias iglesias; y es comprensible, todo lo que tiene que ver con dinero nos ocupa. O sea, todo está bien hasta que meten la mano dentro de nuestro bolsillo.
¿No es cierto que en nuestra sociedad los pastores y pastoras, predicadores y predicadoras cristianos tienen fama de "buscones"? Y esto es así porque sin quererlo nos hemos buscado tal título. Que si envías tal "ofrenda" te envío la moneda ungida de la prosperidad, te envío el pañuelo ungido, o un potecito de arena del Mar de Galilea... o algún otro talismán de la suerte... Gente, eso no es cristianismo... Entonces se paran a levantar gigantescas ofrendas para el "reino de Dios", sin embargo, por alguna casualidad, muchos de ellos y ellas andan ahora con un Rolex de $20 mil en la muñeca, trajes Emporio Armani, Mercedes serie 7 y más "bling bling" que Daddy Yankee... Si adquirieron todo eso porque se lo ganaron trabajando como todos y todas, con el sudor de su frente, con sus proyectos, etc., pues perfecto; pero si fue con los fondos del ministerio; fondos que provienen del bolsillo de gente pelúa y pelá, que no tienen en que caerse muertos, sin embargo fueron convencidos de dar más allá de lo que podían para el ministerio; entonces es bochornoso...
Por estas razones, cada vez que un pastor o pastora predicando en su iglesia habla del tema del diezmo y ofrendas es criticado, nos lo hemos buscado. ¿Cuántas veces has escuchado, igual que yo: el diezmo es un fraude; las iglesias lo que hacen es sacarle el dinero a la gente; o, eso de la iglesia a la verdad que es tremendo negocio?
¿Es el diezmo un fraude? Yo sé que ya mucha gente tiene su propia respuesta, pero, ¿qué tal si lo analizamos objetivamente dejando a un lado nuestros prejuicios religiosos o anti-religiosos?
El diezmo es el 10% de lo que generas como ingreso. La costumbre judía era separar ese 10% de los primeros frutos de su cosecha como ofrenda a Dios en el Templo. En adición a esto, también pagaban tributos a la clase sacerdotal, a la élite nativa y extranjera, pagaban los animales para sacrificio, fuesen palomas o corderos en el caso de los más acomodados. Es decir, lo que comenzó con el diezmo, ya en tiempos de Jesús se había convertido en casi 80% de sus salarios en tributos. Esto no podía sostenerse. Es por eso que Jesús denunció que los pobres eran explotados en nombre de Dios y el Templo. Pero, volvamos al diezmo... Números 18 y Deuteronomio 12 son algunos de los textos de la Torá (los primeros cinco libros de la Biblia hebrea que contenían la Ley religiosa judía) que contienen el mandato que recibieron los israelitas de brindar el diezmo de sus ingresos o cosechas para el Templo. Debemos observar que esta no era una costumbre única de los hebreos, otras culturas y religiones también tenían la costumbre de diezmar. Es por eso que en Génesis 14, Abraham, que no vivía bajo la Ley de la Torá porque no existía aùn, le ofrece sus diezmos a un sacerdote pagano de la ciudad de Salem (futura Jerusalén) llamado Melquisedec. En el capítulo 28 también le ofrece también sus diezmos a Dios sin ser partícipe de la Ley porque esto no era algo ajeno a su cultura en su tiempo.
Está más que claro que el diezmo es parte esencial de la Ley judía; y ¿qué tal del llamado Nuevo Testamento, las Escrituras que dan testimonio de Jesús y las primeras generaciones de la iglesia cristiana? Quien haya leído,  bien sabe que dice del diezmo, como decía mi abuela: "lo que se le unta al queso...": nada.
En Lucas 11:42, Jesús le dice a los Fariseos (religiosos representantes del Templo): "Ustedes diezman, pero se olvidaron de la justicia y el amor de Dios, era necesario hacer esto sin dejar lo otro". En otras palabras, Jesús no pretendía que los Fariseos no cumplieran la Ley, sino que la acompañaran con obras dignas de gente que representa a Dios. Es el único texto del Nuevo Testamento que alguien podría decir que Jesús propone la práctica del diezmo, pero en este caso se dirige específicamente a los Fariseos.
Mis herman@s, es evidente entonces que el diezmo no fue una práctica de la iglesia cristiana durante el primer siglo. No hay un solo texto que afirme o mencione esta costumbre. Mucho menos se consideraba un mandamiento. Era parte de lo que practicaban los judíos en obediencia a la Ley dada por Dios a Israel; pero no fue parte de lo que heredó el cristianismo. Son muchos los textos bíblicos en los cuales sus autores, inspirados por Dios, establecieron que quienes vivimos bajo el Evangelio, bajo la gracia de Dios, bajo la obra de Jesús, ya no vivimos bajo la Ley. Pablo y Santiago dicen que quienes viven bajo la Ley viven bajo maldición... no lo digo yo, sino los autores bíblicos. La recomendación de Pablo es que no vivamos bajo esa maldición. Uno se pregunta: ¿porqué maldición? Pues para no desviarme, se los explicaré bien fácil. La Ley judía encerraba ¡613 mandamientos! Imagínense mis herman@s, ¿podría alguien cumplir con eso? Claro que no, por eso Jesús le dice a los religiosos: "ustedes le imponen una carga a la gente que ustedes mismos no pueden llevar". Era maldición porque intentar relacionarse con Dios bajo un sistema tan legalista se convertía en algo prácticamente imposible. Dios nos liberó de eso en Jesús (no sé tú, pero para mi son buenas noticias). Santiago dice más: Aquel que pretenda cumplir una parte de la Ley se hace esclavo de la Ley entera. Por tal razón es que considero que este tema es bien serio. Pretender que quienes vivimos bajo la gracia debemos cumplir con la Ley o parte de ella es imponer a nuestra gente un estilo de vida y un sentido de culpa que la Biblia llama maldición. Pararse en un altar a decirle a nuestr@s herman@s que el que no diezma está bajo maldición porque el profeta Malaquías lo dijo es una barbaridad. Revisemos brevemente lo que dijo Malaquías.
Esta profecía se escribe para el tiempo en que los judíos habían regresado del exilio en Babilonia y habían reconstruído el Templo y la ciudad de Jerusalén. Por el contenido del libro sabemos que el pueblo había descuidado todo lo relacionado al Templo que era en aquel contexto el centro de la vida religiosa de Israel. Todo su contenido gira en torno al tema de la restauración de una saludable vida de adoración y servicio a Dios a través de la experiencia cúltica. Entonces irrumpe la pregunta en el capítulo 3: ¿En qué robará el hombre a Dios? En los diezmos y los primeros frutos de la cosecha. Sin embargo, antes de preguntar: ¿En qué le hemos robado a Dios?; realiza otras preguntas. Algunas son:
¿En qué hemos menospreciado el nombre de Dios? (1:6)
La respuesta: En ofrecer pan inmundo en la mesa del Templo, y en ofrecer animal ciego, cojo y enfermo para el sacrificio.
¿En qué hemos cansado a Dios?
La respuesta: En haberse casado con mujeres extranjeras (2:11)
Estas otras preguntas se encuentran en el mismo texto, pero obviamente nadie piensa que aplique a nosotros pues no ofrecemos sacrificios de animales, y nos casamos con mujeres extranjeras. Entonces, ¿dos preguntas no nos aplican y una si? ¿Porque? ¿Por conveniencia? ¿No sería más honesto decir que todas aplican a gente que vivía bajo un sistema de Ley bajo el cual no vivimos hoy? Me parece que si leemos bien al profeta vamos a encontrar otras denuncias que no son nuestras favoritas, pero me parece que son muy relevantes para hoy: No tratar a todo el mundo por igual (2:9); menospreciar a su hermano (2:10); ser desleales (2:16); explotar a los trabajadores (3:5); abusar de viudas y huérfanos (3:5); tratar mal a los extranjeros (3:5).
Entonces, ¿es el diezmo un fraude? Me parece que la respuesta es un poco compleja. Decir a quien no pueda diezmar que está bajo maldición citando al profeta Malaquías u otro texto de la Ley judía es criminal. Por otra parte, vender sueños de que Dios está comprometido con devolverte el ciento por uno del dinero que le ofreces como si se tratara de una lotería espiritual es igual de criminal, es un engaño, y Dios nos pedirá cuenta por las mentiras que le vendimos a la gente en Su nombre...
¿Nuestro dinero puede honrar a Dios? Dios no necesita tu dinero ni el mio... ahora bien, Jesús dijo: "Donde esté tu tesoro, estará tu corazón" ¿Qué creen de eso? En una sociedad como la nuestra, el dinero mide nuestra fidelidad. Me parece que para mucha gente con capacidad económica, el diezmo es mezquino, pudiendo dar mucho más. Para otras personas, viviendo en condiciones económicas precarias, pedirles el diezmo es un crimen. Crearles sentido de culpa por no poder darlo, o acusarles de falta de fe, es una extorsión.
Por otra parte, sacando la cara por l@s pastor@s, es un abuso pretender tener una persona que predique tres veces a la semana, visite y atienda gente siete días a la semana, administre, enseñe, tome tazas de café malísimo que le ofrezcan l@s herman@s, y no reciba un salario digno, equivalente a la carga de trabajo y el tiempo invertido (el obrero es digno de su salario, y el salario debe ser digno del obrero también). Además, la iglesia cuesta operarla: luz, agua, teléfono, seguridad, construcciones, etc. ¿De dónde sale el dinero? No es del cielo, sino de gente comprometida. Hay tres problemas principales:
El primer problema está en no enseñar a la gente lo que realmente es iglesia. No es el templo. Es una comunidad, es un cuerpo, es una convocación de seres humanos que somos distintos, pero tenemos un mismo propósito; nos damos la mano; nos sentimos parte... Si no tienes un sentido de pertenencia con tu comunidad de fe, si no sientes que eres parte de esto, y esto es parte tuya, es tiempo de salir a otro lugar porque te aseguro que te va a pesar mucho dar.
El segundo problema es que no entendemos que al dar no estamos dando lo nuestro, sino que todo lo que tenemos nos ha sido dado, por lo tanto, no nos pertenece. Salimos de la tierra, del polvo, y al polvo volvemos; todo lo demás: hijos, pareja, dinero, propiedades, todo, todo nos fue dado: no es nuestro. Entonces este entendimiento de la vida y las posesiones nos hace ser desprendidos y apreciar que lo más importante y valioso en la vida, no lo obtiene el dinero.
Finalmente, si la gente viera que en adición a cubrir la operación de la iglesia, se utiliza el dinero para ayudar, construir, alimentar, me parece que habría mucha más gente dispuesta a dar mucho más. Si un día se utilizara el diezmo de una familia para hacerle una compra a otra familia en necesidad; si se utilizara para aportar a los problemas y necesidades de la comunidad que nos rodea, aunque no sean bautizados ni diezmen; si se utilizara para equilibrar un poco la desigualdad en el mundo; si la iglesia participara activamente en resolver el problema, en vez de ser parte de este; entonces, no habría que pedir mucho, la gente que ama a Dios y su Reino se desbordaría en dar porque ven el fruto....
¿Es el diezmo un fraude? ¿Qué diría Dios hoy?

Wednesday, February 5, 2014

Un Templo sin Dios: La historia de doña Débora

Doña Débora la viuda se fue a visitar el Templo. Hacía ya mucho tiempo que no lo hacía, como casi todos los vecinos de su aldea, por la razón que todos saben. Nadie debía llegar a la "Casa de Dios" con las manos vacías, los maestros de la Ley religiosa, los escribas, se habían encargado de enseñarlo muy bien. Casi toda la aldea había sido condenada por estos religiosos bajo maldición de Dios, ¿el delito? Obvio, robarle el diezmo... como bien dijo un día Malaquías el profeta...
La mayoría de los campesinos de esta aldea cercana a la capital Jerusalén, estaban bien empobrecidos. Lo poco que podían generar con sus cosechas se les iba en los tributos que había que pagar a la élite romana. Estos tributos eran recolectados por los cobradores llamados publicanos, algunos de ellos fueron vecinos de estos campesinos. Los rumores eran que estafaban a la gente cobrándoles a veces el doble o triple y quedándose con las ganancias deshonestas; pero ¿quién los confrontaba si tenían el favor de los gobernantes romanos? En adición de los tributos a los romanos, estaban los tributos a la élite judía, dueños de las tierras; y los tributos a la clase sacerdotal, en fin, más de la mitad de lo muy poco que generaban se iba en todo esto. Lo que sobraba no daba. Algunos niños de la aldea ya se habían enfermado por la mala nutrición; y desde hace varios meses, varios hombres se habían tenido que vender como esclavos, ellos y sus hijos. Esto por causa de los prestamistas. El día que no tenías para pagar, tomabas prestado de uno de ellos, y cuando no tenías para saldar tu deuda tenías que volverte esclavo. Eliab, Ezdra, Eliel ben Jonas y Samuel eran algunos de los que fueron vecinos pero ya no lo eran: se habían visto obligados a irse a otras tierras como esclavos junto con sus hijos dejando a sus esposas a merced del hambre y la pobreza extrema. Los demás vecinos miraban todo esto sin poder ayudar, porque ¿quién desviste un santo pa' vestir otro? Al menos un día llegaría el año del jubileo, cada 49 años se declaraba libertad para los esclavos y la liberación de las deudas. Todavía faltaban 20 años más...
Para visitar el Templo había que llevar sacrificio a Dios, en el caso de los pobres, una paloma. Allí en la aldea se vendían en lo que para nosotros sería dos o tres "pesos"; pero esas no eran "buenas" para el sacrificio del Templo; había que comprarlas allá. Por ser palomas "puras" para sacrificio costaban 10 a 15 veces más, por eso casi nadie de la aldea podía sacrificar a Dios, perdiendo la esperanza de poder ser perdonad@s por sus muchos pecados, según les habían enseñado los maestros de la Ley religiosa. Curiosamente, tod@s sabían que los dueños de los comercios del Templo donde vendían las palomas tan costosas, pertenecían a familiares de los sacerdotes... esa gente si que vivía bien, pero ese era el beneficio de ser gente "santa"...
Doña Débora alguna vez estuvo mejor; cuando vivía aún su esposo don Juan ben Simón. Al morir este, le dejó en herencia algún dinero ya que sus hijos habían muerto. Como la ley no le permitía administrar su dinero por ser mujer, la doña buscó alguien honesto, un representante de Dios que fuera su albacea. El maestro de la Ley administró su dinero que debió haberle durado al menos un par de años, sin embargo en cuatro meses ya no quedaba nada. La única explicación que recibió doña Débora fue que entre los tributos y los gastos administrativos se había gastado todo. ¿Quién iba a cuestionar al hombre de Dios? Todos sospechaban, pero nadie podía hablar... La viuda estaba perdida. Sin dinero, sin la posibilidad de trabajar, sin marido, sin hijos varones, probablemente bajo esta nueva realidad le quedaban algunas semanas de vida. Esta despojada mujer tomó lo último que le quedaba: dos blancas, lo cual equivale a menos de medio centavo hoy, y emprendió quizás, su último viaje al Templo. De camino pensaba: "si he de morir, al menos invertiré lo último que tengo en agradar a mi Dios". Ella sabía que no era de las "escogidas" por ser mujer y pobre, pero quien sabe si el Dios de Israel se recordaba de ella...
El camino era desértico, tan árido como la vida de los campesinos pobres de su aldea; y de repente comienza a ver a lo lejos el resplandor. Josefo lo llamó la "joya del desierto", el templo, la casa de Dios. Era impresionante: piedras de 9,000 libras pulidas parecían mármol; una altura que equivale a un edificio de 15 pisos; muros de  15 pies de ancho; cubierto en oro puro; era imponente en medio del desierto. Al llegar y hacer la fila para ofrendar, estaba llena de gente importante, gente rica que pertenecía a ese 3% de la población que poseía el 97% de las riquezas, la élite. Doña Débora se sentía tan insignificante al lado de sendas figuras.
Casualmente se rumoraba que el día anterior un joven rabí de Galilea había entrado al Templo y había volcado las mesas de los vendedores y cambistas allí. Se dice que este rabí había experimentado la pobreza, la marginación como todos ellos, venía de ese otro lado del mundo, y había levantado hacía tres años una voz profética de protesta contra el Imperio y contra el sistema religioso. Hablaba de un nuevo reino que Dios quería establecer donde la gente como ella serían protagonistas. Decía: "Felices l@s pobres porque el reino de los cielos les pertence". Proclamaba que el Templo se había convertido en cueva de ladrones, por lo tanto ahora debían encontrar a Dios en los niños, en las aves del cielo, en las flores del campo, en una mujer adúltera que pide una nueva oportunidad, en una mujer con flujo de sangre que lo había gastado todo, en la tumba de un hombre muerto hace tres días, en el paralítico en un estanque, en la semilla de mostaza, en una moneda perdida, en una oveja, en un padre que espera por su hijo, en el día a día, en lo cotidiano, en la vida dura, en la vida... Dios está...
Mucha gente lo recibió con alegría en Jerusalén, pero ese día, todos y todas guardaban silencio, se temía que pronto lo acusarían. También se sabía que dentro de sus discursos había mencionado a las viudas como doña Débora; se había atrevido acusar a los maestros de la Ley de extorsionarlas (Marcos 12:40).
Ya llegaba su turno. Las grandes cantidades de dinero sonaban en el arca de las ofrendas como un campanario que alegraba el oído de los sacerdotes. Entonces viene aquella mujer y echa sus insignificantes monedas que representaban todas sus posesiones, y pasaron desapercibidas por el mundo... por casi todo el mundo, excepto por el rabí galileo que se encontraba en el lugar. La ofrenda de esta mujer era para él mucho más que todas las riquezas que podían dar aquellos que daban de lo que les sobraba (Marcos 12: 43-44). Doña Débora nunca se enteró que su decisión de ir a ofrendar lo que le quedaba ese día sería una enseñanza que impactaría la vida de los discípulos del rabí Jesús, los que estaban ese día allí, y los que 2,000 años más tarde leemos su historia perpetuada por todas las generaciones en la Biblia...
Jesús seguía pensando en doña Débora... salen del Templo... los discípulos se admiran de la maravilla arquitectónica que es el Templo (Marcos 13:1), Jesús se admira de la maravilla que es la vida de gente como aquella viuda... Se detiene, mira las piedras, el oro... se maravilla de que no podamos ver la verdadera belleza, estamos ciegos... Jesús está indignado, tanta injusticia, tanta desigualdad, un templo sin Dios ¿qué es? No sirve, no compone nada... es tiempo... hay que decirlo: "¿Ven estos grandes edificios? Todo será destruído..." (Marcos 13:2)
Porque un templo desde el cual se margina, se explota, se extorsiona, se abusa, donde la estructura es más importante que la gente, donde se benefician unos pocos con los pocos recursos de los muchos, donde se patrocina la desigualdad e injusticia, donde las Déboras de la vida tienen que dar todo lo que tienen para ver si pueden llegar a agradar a Dios; no sirve, Dios no está, será destruido.
A doña Débora la volvimos a encontrar un día más tarde llorando con las viudas cuando Jesús iba camino al Calvario...

¿Nos parecemos más al Templo sin Dios o a Jesús?