El reptil que nos acompaña

La juventud es una parte significativa de la problemática social en  Puerto Rico.  El 24.3% de los jóvenes de 14 a 19 años ya se han casado, conviven, o se han divorciado. Más del 40% de los jóvenes de dichas edades no estudian. Más del 11.1% de la población penal del país se compone de jóvenes menores de 21 años. La mayoría de los criminales tienen de 13 a 25 años. 58.1% de los estudiantes de nuestras escuelas confiesa haber utilizado alcohol. El suicidio es la tercera causa de muertes violentas entre jóvenes de 15 a 34 años. El 90% de los suicidas tienen entre 15 a 19 años. Cada tres horas ocurre un intento de suicidio, y hay casos de hasta 300 intentos. (tendenciaspr.com)

Los teoristas de la sicología establecen dos tipos de conductas en los seres humanos. Estas son las conductas innatas, y las conductas aprendidas. Las innatas son aquellas que traemos desde nuestro nacimiento. Las conductas aprendidas son las que aprendemos  e imitamos. Esto se ha llamado también perpetuarnos o multiplicarnos en otras personas.

Cuando Dios creó al ser humano lo bendijo: Multiplíquense y Fructifíquense. Hoy día, con la superpoblación, no podemos tomar literalmente estas palabras, pero sí tienen pertinencia, porque podemos multiplicarnos en otros y otras. Sin embargo, luego de analizar las estadísticas presentadas acerca de la juventud puertorriqueña, ¿qué estamos multiplicando? En ocasiones, hábitos que responden a rencores, amarguras, conformismo, neurosis, complejos y arrogancia. La pregunta que surge es: ¿por qué es tan común que multipliquemos precisamente esos hábitos y conductas, y no aquellos que nos liberan?

La neurociencia ha identificado áreas del cerebro que pueden ser causantes de esto. Específicamente se ha descubierto un área denominada el cerebro reptil. Esto es, el área más primitiva de nuestro órgano; sin embargo es la que más actividad neuronal tiene. Por ejemplo, se teoriza que este cerebro reptil puede procesar sobre 2 millones de pedazos de información al mismo tiempo. (Dr. Noel Alicea) Este "reptil" es el responsable de toda conducta reaccionaria. O sea, reacciones que no responden al razonamiento o análisis, sino a impulsos e instintos. Es decir, es el cerebro animal. Cuando gritas sin control, actùas agresivamente, te ciegas por la depresión, o simplemente te ves repitiendo las conductas que siempre juraste no repetir, estás siendo controlado por el cerebro reptil.

El área mas desarrollada del cerebro humano se conoce como la neo-corteza. Esta es la responsable de la lógica racional y analítica de los seres humanos. O sea, nos separa de los animales, y nos brinda la capacidad que ningún otro ser creado tiene. Desgraciadamente nuestras conductas son dominadas en muchas ocasiones por el cerebro reptil, y no por la neo-corteza. Esto porque la actividad neuronal en esta área es mucho menor, 7 pedazos de información cada 4 decimas de segundo, en contraste con los 2 millones pedazos de información simultánea del cerebro reptil.

La neo-corteza puede provocar conductas, como por ejemplo, la paciencia, el dominio propio, el perdón. El cerebro reptil puede provocar conductas como impaciencia, agresividad, rencor y descontrol. El apóstol Pablo habla de la vieja criatura, y la neurociencia habla de cerebro reptil y neo-corteza. Tanto la Biblia como la neurociencia afirman que podemos elegir que conductas practicar y que área del cerebro desarrollar, Dios nos ha dado ese poder. 

¿Qué vamos a multiplicar? El fruto del Espíritu es dominio propio por lo cual tenemos el poder de elegir y dominar los impulsos destructivos. Esto provocará una multiplicación de nuestro carácter y espiritualidad en las personas que nos rodean, como dijo el apóstol: "Sean imitadores de mi, como yo de Cristo." (I Cor. 11:1)

El filósofo Immanuel Kant aporta algo valiosísimo: "Obra d tal manera que tus actos puedan ser tomados como normas universales de conducta..." En otras palabras, que cada acto, por mínimo que sea, de ser imitado por el resto de la humanidad, este mundo sea un mejor lugar.