La próxima
vez que alguien te diga: “tierra” para insultarte, no te sientas mal… la verdad
del caso es que ¡eres tierra! En realidad tod@s lo somos. La pregunta no es si
somos tierra; la pregunta es: ¿qué clase de tierra somos?...
Para
quienes creemos en lo que dice el relato bíblico de la Creación,
específicamente en cuanto a la creación del ser humano, es importante observar
la relación que existe entre la tierra y este. Si pudieses leer el texto en
hebreo (idioma original) notarías el juego de palabras. El término para tierra
es adamá; y el término para ser humano es adam. O sea, de la adamá, Dios crea
el adam; porque la idea es que, aunque fuimos cread@s por la mano divina,
nuestro origen es la tierra. Si eres un ser humano como yo, no puedes negar que es tu origen y esencia. La Biblia lo llama creados del "polvo de la
tierra". Si creemos esto, entonces tiene algunas implicaciones para comprender
plenamente nuestra existencia.
Tod@s somos
tierra, por lo tanto somos IGUALES y estamos unidos, interconectados por algo
más grande. Probablemente tengas más dinero que yo, o menos; pertenezcas a una
clase social más alta, o más baja; tengas más títulos o escolaridad que yo, o
menos; pero estamos unidos por la misma tierra…
Ser cread@s
de la tierra habla también de nuestra verdadera condición, de nuestra
composición. Como la tierra, somos frágiles, imperfect@s y débiles. Algun@s son
más sant@s, más talentos@s, más virtuos@s que otros y otras; pero siguen siendo
tierra… Porque, como dicen por ahí: “el que no tiene dinga, tiene mandinga…”
Que nadie juzgue tus debilidades y fragilidades, porque son parte de lo que
somos; y Dios dice que, precisamente en tus debilidades es que se perfecciona
Su poder. (2 Cor. 12:9) El salmista decía en el salmo 103:14: Porque Él conoce
nuestra condición, sabe que somos polvo. El predicador (Ecleciastés) decía: Del
polvo fueron hechos, y al polvo todos volverán.
Tod@s somos
tierra, pero ¿qué clase de tierra somos? Jesús nos ayuda con sus historias, sus
parábolas, a responder esto. Él dijo: “Un día el sembrador salió a sembrar…” De
más está decir que en esta parábola, el sembrador representa al Padre. Echa la
semilla en tierra, pero algunas caen en piedras, otra entre espinos, otra en
tierra seca y otra en tierra fértil. La semilla es Su palabra; y quienes han
seguido mis enseñanzas en este blog saben que la palabra de Dios no es
cualquier cosa, es una palabra con poder creativo que Dios ha dicho acerca de
nuestras vidas desde la eternidad. Esa palabra define quien tú eres y trazó tu
destino en Él. Es la inversión de Dios en nuestra vida… Y el sembrador tira la
semilla con esperanza, la esperanza de que la semilla dé fruto. La intención es
que ni una se pierda, pero no todas fructifican. ¿Por qué? Porque no depende
del sembrador, depende de la tierra. Sin embargo cuando el sembrador echa la
semilla en tierra es porque cree que la tierra es buena para su semilla. Es por
eso que el Padre ha echado su semilla en tu vida, ha invertido en ti, ha dicho
una palabra creativa acerca de tu vida desde la eternidad acerca de tu
existencia porque para Él tu eres tierra, pero tierra buena, fértil. Su esperanza es
que la semilla fructifique en tu vida, por eso salió a sembrar…
Eres
tierra, frágil, imperfect@, débil, vulnerable, pero eres buena tierra. Dios
tiene su esperanza en tí porque su semilla dará fruto, a treinta, a
sesenta y a ciento por uno...
Que hoy comprendas que, más allá de las opiniones que otr@s tienen de tí, la opinión de Dios es que eres buena tierra, una en la cual vale la pena sembrar...
Que hoy, la esperanza del Sembrador sea una realidad en tu vida, eres tierra que da fruto, y esa semilla será en tu vida como árbol plantado junto a las aguas que da fruto a su tiempo y su hoja no cae, ese es tu destino...
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