Sunday, November 24, 2013

El día que desempleamos a Dios...


¡No puede estar triste un corazón que tiene a Cristo... no puede estar triste un corazón que tiene a Dios!! ¿Alguien recuerda ese corito? Gracias al Cielo que ya casi no se escucha en nuestras iglesias, pero que mucho lo cantábamos; y ¡qué clase de "paquete" tan grande!! Imagínate, si un corazón que tiene a Cristo no puede estar triste, sinceramente, yo estoy descartado, y probablemente casi todos y todas quienes leen este blog. ¡Por Dios! ¿podía alguien inventarse un coro más enajenado de la realidad? Ni siquiera voy a comenzar a enumerar todos los textos bíblicos que contradicen esto, pero permítanme solo mencionar la gran tristeza del propio Jesús ante la inminente cruz en el Getsemaní, sudando gotas de sangre; y su propio clamor mientras agonizaba: "Dios mío, Dios mío, porqué me has desamparado". Pablo, el cuarto bate, habla bastante en sus cartas sobre las tristezas que tuvo que enfrentar debido al ministerio; sin olvidar a grandes "hombres de Dios" que desearon morirse en un momento, como Jonás, Job, Jeremías y el propio Pablo, por mencionar algunos. Pero, y que me dicen de Jesús que comienza el "Sermón del Monte" diciendo: Felices los que hoy lloran, porque serán consolados"... Lo peor de todo es que es el propio Jesús quien llama al Espíritu de Dios que ha venido a morar en nuestra vida: el Consolador... Que me perdonen todos aquellos y aquellas que se "gozaban" estos coritos, pero si no llega la tristeza a nuestra vida como parte de nuestra humanidad, entonces hemos dejado al Espíritu "sin empleo", porque su obra es consolar. Peor aún que esto es, cuando en el nombre de Dios y del Evangelio, hemos pretendido "desemplear" (espero que comprendan a lo que me refiero con este término) a un Dios que está llamando a los seres humanos, a pesar de, y por encima de su condición, pretendiendo crear un grupo exclusivo de "escogidos" conforme a nuestro gusto. Si... en ocasiones algunas iglesias se han convertido en una élite de llamad@s y escogid@s que ha mantenido a Dios y su obra inclusiva (o sea, que incluye, que abre los brazos, que recibe) fuera de los estándares de nuestros círculos. Si el trabajo de Jesús era: quienes vinieran a él no echarlos fuera, algun@s preferirían enviarlo al desempleo porque creeen que lo pueden hacer mejor. ¿Fuerte? si, y triste por demás... Y much@s justifican su empresa citando el texto: "Muchos son los llamados, y pocos los escogidos". Pues permítanme brindar algunas pistas para comprender lo que eso quiere decir. Debe interpretarse a la luz del rabinato en el primer siglo en Palestina.
La educación judía de los varones era bastante ambiciosa en cuanto al estudio de las Escrituras. Josefo y documentos antigüos de la Mishná nos brindan una idea. La primera etapa de la educación era Bet Safer. Comenzaba aproximadamente a los 5 años. El rabino le daría una gota de miel a los niños para que la probaran y les diría: "Que las Escrituras te sean tan dulces como la miel a tu paladar". Ese día comenzaba un proceso de memorización de la Biblia hebrea. Los mejores estudiantes pasaban a la segunda etapa de la educación Bet Talmud. Aquellos que no daban el grado eran enviados a trabajar con sus padres. Lo mejor de lo mejor pasaría a la tercera etapa de la educación, esto ocurría entre los 15 años. Para ser de este exclusivo grupo tenían que haber memorizado grandes porciones escriturales, incluso libros completos y hasta la Torá (aún hoy día judíos ortodoxos llegan a memorizar la Torá entera, o sea desde Génesis hasta Deuteronomio). Esta tercera etapa se llamaba Bet Midrash, pero ya no era en la sinagoga estudiando la Biblia; ahora el estudiante tendría que buscar un rabí o maestro a quien seguir para convertirse en su discípulo. Todos los demás que no daban el grado eran enviados a continuar la profesión de sus padres. Hoy se llamarían los "dropeaos", los "colgaos", los "quedaos"... Ahora bien, no todo era felicidad para quienes llegaban a Bet Midrash. Aún no se habían graduado. Escoger un rabino no significaba que podías ser su discípulo. Tenías que seguirlo en todo, o sea, en todo. Comer como él, andar como él, hablar como él, predicar como él, en fin ser su espejo. Durante este proceso el rabí te observaría para ver si tenías lo que se necesitaba. Algún día él moriría y sus discípulos tendrían que llenar sus zapatos. De manera que un día tu maestro se viraría hacia tí y te diría una de dos: "No tienes lo que se necesita, regresa a tu casa y a la profesión de tu padre", lo cual te añadiría a la lista de la mayoría de los "dropeaos". O, te diría las palabras que todos deseaban escuchar: "Lej ajarai" que en arameo expresa: "Sígueme"... ¿Sabes hacia dónde vamos con esto? Jesús era un rabí de Israel en el primer siglo y te aseguro que aún en el siglo 21 no está desempleado...
En el próximo blog vamos a terminar esta enseñanza, y te aseguro que hará todo el sentido del mundo...

5 comments:

  1. Brutal! Me encanta estudiar la palabra a la luz del tiempo historico en que se escribio. Y lo poderoso que aun en este tiempo nos ministra. Gracias Poly Bendecido

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  2. Profe usted es un mostrooooo con todo respeto. DLB,

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  3. No sen quien eres (unknown) peron la gloria es de Dios y amén!

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