Monday, July 8, 2013

La primera vez que te vi...


Recuerdo la primera noche que mi hija durmió en mi cuarto. Estaba acostada en un "moisés" al lado de la cama. Entonces comenzó a llorar en la noche y me levanté simplemente a observarla. Justo en ese momento sentí por primera vez un "click" con ella. Verán, no la observaba para fijarme en cuánto se parecía a mí, sino en cuánto de mí había en ella. Fue el instante en que internalicé que esa criatura era sangre de mi sangre, alma de mi alma. Podemos ver tanto cuando miramos nuestros hijos... Podemos ver más de lo que jamás verá nadie al mirarlos. Entonces nos dicen: "lo miras con los ojos del alma", y es cierto, nunca nadie los mirará como nosotros. Vemos tanto, los conocemos mejor de lo que se conocerán jamás a sí mismos. Los miramos y creemos tanto en ellos, más de lo que creen en sí mismos. Los vemos tan vulnerables, pero a la vez tan grandes...
Creo que la paternidad nos permite trascender con nuestros ojos. Es decir, podemos verlo todo en una simple mirada. Los vemos gateando en pañales, durmiéndose en nuestro pecho; mientras los vemos en sus "crisis" temporales, y nos reímos porque estuvimos ahí y sabemos que saldrán, pero nos duele también como si fuera nuestro propio dolor; y a la vez los vemos en una faceta futura de padre, de madre, de esposo y sabemos que es ahí cuando llegarán a su mayor esplendor. Es una mirada que trasciende el tiempo, miramos su presente, acompañado de su pasado y visualizamos su futuro, todo en un abrir y cerrar de ojos.
El salmista decía: Mi embrión vio tus ojos (Sal. 139). El Padre nos conoce como nadie jamás nos conocerá. Su idea de quienes seríamos estaba en su corazón desde la eternidad. Es por eso que nadie es, fue, ni será igual que tú. ¿Sabes que fuíste escogido en el momento de fecundación entre tus padres? Millones de espermatozoides salieron en una carrera para fecundar el óvulo de tu madre. Millones, pero solo uno llegaría, y fuíste tú. Millones de opciones, pero el Padre te señaló a tí. En ese momento puso sus ojos sobre tí y te observó. Hubo un "click" entre Él y tú cuando te miró como nadie jamás te mirará. En ese momento el Padre internalizó: este es conforme a mi imagen y según mi semejanza. En la inmensidad de la cavidad de tu madre, tu embrión vio sus ojos porque nunca dejo de mirarte. Y al hacerlo vé lo que nadie puede ver; cree en tí más de lo que jamás creerás en tí mismo; te vé vulnerable, pero tan grande...
Su mirada trasciende el tiempo y tus limitaciones. Él te mira absolutamente. Tu pasado, tus errores, tu aprendizaje, tu hoy, tus crisis, las sufre y te consuela porque vé también tu futuro donde está tu mayor resplandor. Te dice: resplandece, ha llegado tu luz, todo en un abrir y cerrar de ojos...
Que hoy comprendas que los ojos del Padre que te vieron cuando eras un embrión, nunca han dejado de mirarte...
Que el Padre y Madre te asombre con su mirada que nos desnuda, nos desarma, nos desgarra, nos construye y nos levanta para vivir con la esperanza de quien está siendo observado y observada por Dios...

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